AEROPAGO

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domingo, 20 de noviembre de 2011

Empezó bien… PERO


EL REY JOSIAS EMPEZO BIEN:

2 REYES 22:

1 Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre fue Jedida hijo Adaía, de Boscat.
2 E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda.


EL REY JOSIAS IBA BIEN:

2 REYES 23:

24 Asimismo barrió Josías a los encantadores, adivinos y terafines, y todas las abominaciones que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa de Jehová.
25 No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual.

EL REY JOSIAS TERMINO MAL
POR ASOCIARSE CON LOS ENEMIGOS DE DIOS:

2 CRONICAS 35:

20 Después de todas estas cosas, luego de haber reparado Josías la casa de Jehová, Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Eufrates; y salió Josías contra él.
21 Y Necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya.
22 Mas Josías no se retiró, sino que se disfrazó para darle batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que eran de boca de Dios; y vino a darle batalla en el campo de Meguido.
23 Y los flecheros tiraron contra el rey Josías. Entonces dijo el rey a sus siervos: Quitadme de aquí, porque estoy gravemente herido.
24 Entonces sus siervos lo sacaron de aquel carro, y lo pusieron en un segundo carro que tenía, y lo llevaron a Jerusalén, donde murió; y lo sepultaron en los sepulcros de sus padres. Y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.

Cuando el siervo se cree que ya es señor, desprecia e ignora las ordenes de su
SEÑOR.

lunes, 7 de noviembre de 2011

EVANGELIO SEGÚN SAN YO. (1ra. parte)



Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. (2Corintios 4:5)

¿A cuántos escuchamos decir?: “Yo soy el ungidísimo apóstol, profeta baja fuego, maestro de indoctos, doctor en divinidades, ministro de alabanza profético a las naciones, la revelación del momento, y cosas así por el estilo.” Indiscutiblemente muchos son los que hoy en día se atreven a hacer alarde de títulos que deberían ser dedicados únicamente a Dios:
Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. (Mateo 23:8-10).

Otros a diferencia de los antes mencionados, alardeando repito, se dedican a predicar su amplio historial “ministerial”, por decir los milagros que realizan, las continuas revelaciones que tienen, las actividades, el progreso y la fama de su “ministerio”, lo apretado de su agenda, la tremenda “unción” que habita en ellos, los demonios que echan fuera, la amenaza que representan aún para el mismísimo infierno, en fin las predicaciones de ahora aunque no todas pero si una gran parte de ellas, exaltan en una forma desmedida a iglesias, letreros, misiones, ministerios, concilios, hombres y no al objeto principal de esta, la persona y obra del Señor Jesucristo el cual derramó hasta la última gota de su preciosísima sangre en la cruz del calvario para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.

Esta es la razón por la que me urge compartirles tres principios indispensables que todo buen predicador debe tener en cuenta a la hora de exponer la Palabra De Dios a los creyentes o a los incrédulos.

Notemos en primer lugar lo que dijo Pablo a los corintios:

I. “Porque no nos predicamos a nosotros mismos…” (V. 5[a]).

Aquí habla de la prohibición del predicador. Como tal, Pablo se negó a predicar asimismo sus palabras y hechos, sabiendo que le estaba y está terminantemente prohibido a todo predicador hacer semejante barbarie.
Y he aquí 3 razones para no predicarse a sí mismo.

a) Primera razón: Un buen predicador o heraldo de la Palabra de Dios, no busca gloria de los hombres de este mundo, la rechaza contundentemente.
“…ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros…” (1Tesalonicenses. 2:6). Muchos de estos tipejos de la predicación moderna, cuando abren su boca lo hacen con el propósito de recibir el aplauso y la alabanza de los hombres, más Jesús hablando de los que hacen tales cosas dijo estas palabras: “…les aseguro que ellos ya tienen su recompensa...” (Mateo 6:2, 5, 16).
Aquí la palabra recompensa es un término comercial y significa pagado por completo, en otras palabras si el individuo predica para que los hombres lo vean, lo verán y ya, eso fue todo, no recibirá nada más, ya se le pagó en total. Uno de los atributos morales de Dios es la justicia, por medio de la cual el premia o castiga al hombre según sea su obra.
Por eso:
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.”(Mateo 6:1).
No es el acto de predicar lo que Dios condena, entiéndase bien, sino el motivo por el que se predica. Y si nuestra motivación es la notoriedad (ser vistos por los hombres), entonces esta será la única recompensa que recibamos, Dios no recompensará jamás la hipocresía.

b) Segunda razón: Un buen predicador no predica su propio evangelio.
“Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina.” (1Timoteo 1:3).

A pesar de la seriedad con que se hizo esta prohibición, la predicación de otro evangelio en los medios cristianos es evidente, y esto entre los hombres de Dios, es causa de asombro. Pablo con relación a este hecho lamentable, con celo de Dios, pudo decir: ¡Estoy maravillado! Del mismo modo, nosotros que contendemos ardientemente por la fe que una vez nos fue dada, nos maravillamos. Nos maravillamos al ver lo que está sucediendo últimamente en el seno eclesial, nos maravillamos al ver a predicadores como Cash Luna haciendo declaraciones tan aberrantes, nos maravillamos al ver a Guillermo Maldonado autoproclamándose “maestro” de los gentiles, nos maravillamos al oír a un falso profeta como Rony Chaves nombrándose “apóstol” de apóstoles, nos maravillamos al oír a Cesar Castellano, Ana Méndez, Adrián Amado y a una sarta de lobos rapaces vestidos de ovejas, presentándose a sus víctimas como “escogidos de Dios” para provocar según ellos un “avivamiento” que sacudirá tremendamente a las naciones del mundo entero.
Para aquellos “
…que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal [Cristianos maduros en la fe].” (Hebreos 5:14). Les pregunto ¿No les sabe esto a otro evangelio? Efectivamente EL “EVANGELIO” SEGÚN SAN “YO”, el evangelio que está de moda en muchos púlpitos llamados cristianos, ya no es el evangelio según san Mateo, Marcos, Lucas y Juan los cuales relatan las obras portentosas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, ahora es el evangelio que habla únicamente de las obras del predicador, el evangelio egocéntrico, el evangelio que no toma en cuenta a Dios sino al hombre, el evangelio que niega abiertamente a Dios el único soberano y a nuestro Señor Jesucristo. Esa es la clase de evangelio que nos están predicando en esos famosos congresillos “apostólicos” y “proféticos” estos que dicen representar a Dios, un evangelio paupérrimo, un evangelio mísero que en nada absolutamente en nada aprovecha a los creyentes, peor a los incrédulos. Al contrario los conduce más y más a la impiedad y en el peor de los casos hasta el mismísimo infierno.
Para vergüenza del cristianismo primitivo la iglesia del Señor está plagada de falsos predicadores y por consiguiente de falsas predicaciones, y esto es así porque se ha corrompido el sentido puro y sano de la predicación
(Gálatas 1:7), la cual no es otra cosa que dar un mensaje de parte de Dios. Dios emite el mensaje, el hombre recepta dicho mensaje. El predicador por decirlo así es un mensajero con la tarea de dar a otros el mensaje que Dios le ha dado; pero cuando este hace a un lado a Dios, y se predica a sí mismo, hablando de sus hechos y experiencias a expensas de los dichos y hechos de Dios, corre el grave peligro de predicar su propio evangelio. Y toda predicación carente de Dios, es decir que no provenga de él, es simplemente ¡Voz de hombre y no de Dios! (Hechos 12:22).

c) Tercera razón: Un buen predicador no acarrea, evita la maldición divina:
“Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.”(Gálatas 1:8-9).
Ay del predicador que se atreva a predicar “otro” evangelio, distinto al único y verdadero evangelio predicado por Cristo y sus apóstoles, más le valdría no haber nacido. Porque de cierto os digo, que el tal, caerá, ineludiblemente bajo la maldición divina, su atrevimiento no quedará en la impunidad, Dios lo castigará con la dureza que el caso merece:
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis 22:18-19).
“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella…” (Deuteronomio 4:2).
“No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso.” (Proverbios 30:6).

Predicadores, si en algo valoramos nuestras almas, prestemos atención al castigo, y a quien lo establece.

Hasta aquí hemos hablado solamente de la prohibición del predicador, veamos ahora el tema central del predicador; leamos por favor la segunda parte del texto en consideración. (continuará)