AEROPAGO

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domingo, 10 de octubre de 2010

EL DILEMA DE LOS CRISTIANOS SIGLO 21: ¿“experiencia emocional” ó fidelidad a la obediencia?

En medio de tantos problemas que nuestro enemigo está introduciendo a la Iglesia del Señor: “síndromes de éxito”, egolatrías, amor a las riquezas, fe fuera de lugar, etc.; en la actualidad le toca el turno al “SENSACIONALISMO”. No hay palabras para describir la devoción de las mayorías a lo espectacular, lo emocionante y a todo aquello que estimule los sentidos. Las multitudes, como abejas que van hacia el panal, se apiñan para participar en un programa que apele a sus sentidos y estimule sus emociones.
Lo sorprendente es que no sólo viajan extensamente, ocupando grandes presupuestos, para llegar al lugar donde se desarrolla la actividad que les interesa, sino que también de buena gana pagan precios exorbitantes para participar como espectadores. Miles de cristianos y cientos de ministros forman una sociedad espectadora en la que las masas consideran que la experiencia emocional es imprescindiblemente necesaria. Son personas que subidas al “altar del entretenimiento” y la experiencia emocional, egoístamente aceptan cualquier cosa que produzca un estímulo al espectador.
Es muy común ver a algunos líderes presentar programas deslumbrantes con personas glamorosos que igualan cualquier presentación en Hollywood. No es raro escuchar música rock y sonidos estridentes en nuestros santuarios. El asistente promedio a estos espectáculos son cristianos que se cambian de “Iglesia en iglesia” y van de “evento en evento” buscando encender el apagado avivamiento de sus propias vidas. Ellos esperan que la persona traída al púlpito sea muy refinada, que actúe profesionalmente y que entretenga con humor e ingenio. Es una experiencia totalmente emocional, que no conduce a nada bueno, porque apela a los sentidos solamente.
Lo que se busca en este tipo de experiencias es agradar a las multitudes. Hay que satisfacer sus exigencias de una experiencia emocionante, ya sea esta pública o privada. El resultado final es que a millones de sinceras “almas hambrientas” se les ha alimentado con un plato hondo y grande de sensacionalismo que apenas contiene unas migajas de verdad. Sólo Cristo puede satisfacer a esos espíritus necesitados.
Lo trágico es que esas personas creen que han sido tocadas por el Espíritu de Dios cuando en realidad todo ha sido un espectáculo y una farsa. La prueba de que esto es cierto, la vemos en la conducta y el carácter de estas personas. Miles de almas engañadas viven como los “yoyos”. Lo que quiero decir es que hoy están arriba en un “éxtasis emocional” y mañana están abajo en la profundidad del aburrimiento y la desesperación. Si no pasa nada emocionante, se sienten abatidos y abandonados por Dios.
La suma total de su experiencia espiritual es una serie de señales, maravillas y manifestaciones falsas de una u otra clase, y en gran parte, sus líderes son los responsables de esta parodia.
Para terminar, quiero enfatizar que la dimensión más grave de su engaño espiritual, radica en el hecho de que a menudo son guiados a creer una mentira. Muchas veces las “revelaciones y profecías emocionantes”, algunos “encuentros” destinados a despertar las emociones, y “espíritus espurios”; llevan a los crédulos a realizar hechos totalmente viles. Sin embargo, insisten en que han obrado bajo la guía del “espíritu”. Uno se pregunta: ¿Qué espíritu y de dónde viene?
Este comportamiento y creencia es más común en la iglesia actual de lo que mucha gente cree. Es un concepto totalmente falso; es un engaño. La “experiencia emocional” NO ES SUSTITUTO del conocimiento del Señor Jesucristo y a ÉL sólo lo podemos conocer si OBEDECEMOS SU PALABRA. Esa es la suprema prueba de la verdad.
Cristo mismo habló sobre este asunto en una de sus declaraciones más importantes:
“No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mateo 7:21-23)

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